24/07/2021

Por Carlos Bodanza. VOLVER

El otro país, el de las luces largas

Hay un valor oculto en ganadería que cada vez tiene más adeptos y que con los desbarajustes de la economía, muchos encuentran su resguardo en este gran depósito a largo plazo. La genética es sin dudas la raíz de la ganadería argentina, esa que muchos envidian, cuando en las principales pistas vemos jurados extranjeros, ponderar sin ponerse colorados hasta clasificarla como la mejor del mundo, en sus propias palabras. Esa misma genética que han construido nuestros bisabuelos, nuestros abuelos, nuestros padres y que hoy son muchos los que entienden que no hay inflación, no hay dólar blue, no hay ni siquiera cierre de exportaciones, que pueda venir a desarmarla.

Lo visto en los últimas semanas mostró claramente que la genética es una inversión que supera cualquier coyuntura: más allá de la falta de incentivos, los créditos ausentes, la constante presión impositiva, la persecución al sector, la carne como el termómetro de la popularidad política y hasta la carne, como amenaza de ciertos sectores, que creen que hay un mundo vegano por delante. Nada de eso, quien piensa en genética, solo piensa en ser mejor, en superarse, en producir más, en buscar una perfección en un tipo de animal, el que sea que a él le guste, pero va tras ese camino que no tiene retrocesos, por lo general una vez que se prueba, nada será igual.

Por eso el boom de la venta virtual, trajo consigo una profundidad en esa búsqueda perfeccionista, hoy hay tiempos para revisar la genética, se estudian líneas de sangre, se siguen los orígenes de la cabaña que la produjo, se revisan los datos, esos que cada día toman más fuerzas, se miran los videos hasta el cansancio y hasta en muchos casos, se viaja a la cabaña a revisar, pero justamente con lo visto ya entre ceja y ceja, no es como antes que se revisaba y al azar, aparecía lo que uno buscaba, hoy se va a elegir lo que ya se buscó, lo que se miró hasta el hartazgo en las benditas y malditas redes.

Lo hemos hablado hasta el cansancio, ver un toro o ver un vientre "face to face" tiene una condición única, ahí no hay manera de equivocarse, o tal vez si, cuando uno ha viajado varias horas, ha tenido que recorrer previamente al remate a las apuradas y aquí ni siquiera por estos días, preocupa esa distancia: hoy el flete se arma a la distancia que haya que armarlo, de una forma u otra, todas las cabañas expandieron sus fronteras a clientes que jamás pensaron poder tener, eso también va a favor de una virtualidad, que tuvo que traer más beneficios, para los compradores ávidos de genética en particular.

Los latiguillos de hace mil años, ya no hace falta usarlos, no hay que explicarle a nadie que un animal con genética comprobada come lo mismo que el que no la tiene, pero que seguramente convierte mucho más que este último. Es ganar ganar, no hay forma de errarle en ese sentido, cuando además sumamos otros factores, desde una facilidad de parto comprobada, una mayor fertilidad, una garantía del producto adquirido, ese que todas las cabañas poseen y si no, están obligadas a dar, aquí más que nunca nace el valor de la posventa, esa que un simple corral sin nombre, no se encuentra.

Por eso los valores de estos días, la agilidad y la firmeza en las ventas, el envalentonamiento de todos los precios en la venta de cabañas, no es casual, no están todos locos como muchos creen. Hay otra ganadería en marcha, una que está mucho más allá de la mente limitada de los políticos de turno, que solo tienen luces cortas, para un país con pocas luces. Hay una producción que sabe, que cuando esas luces comiencen a iluminar hacia adelante, ellos estarán en carrera, estarán con el producto que supieron elegir y construir, el de una Argentina ganadera, pero con letras mayúsculas.

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