28/03/2020

Por Pablo Andreani - Agrovoz. VOLVER

Camino a un nuevo orden en el intercambio global

Superada la crisis por el coronavirus, se podría esperar un rebote en los precios agropecuarios, por mayor demanda.

Previo a la asunción del nuevo Gobierno, el anuncio del aumento de las retenciones fue el principal motor para impulsar la decisión de los productores para vender parte de su cosecha en forma anticipada.

A comienzos de diciembre apareció el coronavirus en China y luego se expandió al resto de los países del mundo. En el medio de la propagación, y mientras la Organización Mundial de la Salud (OMC) lo ubicada en el nivel de una pandemia, comenzó la guerra del petróleo entre Rusia, Estados Unidos y las naciones de Medio Oriente.

Esta nueva crisis del crudo provocó una baja muy fuerte en el precio del barril, que llegó a 25 dólares, el más bajo de los últimos 17 años.

Los efectos del coronavirus tuvieron como primera víctima a la actividad económica en China; la oficina nacional de estadísticas de ese país informó disminución récord en la producción industrial, fuerte merma en las ventas minoristas y en la inversión en activos fijos.

Ahora, con su alcance a todo el planeta, los datos indican que la pandemia puede llegar a provocar una recesión global.

Esta crisis es muy distinta a la sucedida con las hipotecas estadounidenses de 2008, cuando provocó la caída del Lehman Brothers.

La actual afecta a todos los países del mundo, en mayor a menor medida , con una marcada disminución en la actividad industrial, quiebra en muchas empresas aéreas, de turismo, restaurantes, comercio de bienes no relacionados con los alimentos y millones de cuentapropistas y empresas pymes que no tienen capacidad financiera para superar este momento.

Nadie exento

El combo del virus con la caída en la cotización del petróleo y el menor nivel de actividad económica mundial se vio reflejado en el precio de las acciones de todas las empresas del mundo.

La combinación provocó pérdidas multimillonarias en sus activos que cotizan en las principales bolsas.

Más allá de que se sabía que las acciones estaban sobrevaloradas y que especialistas esperaban en algún momento un ajuste en su magnitud. En definitiva, el virus disparó la crisis y aceleró el ajuste que finalmente el mismo mercado se encargó de hacer.

Dentro de este escenario, los que producen zapatillas, remeras o computadoras no tienen consumidores a los que venderles. Sin embargo, hay un sector que puede estar menos perjudicado que otros.

Me refiero al complejo industrial alimenticio, donde la Argentina integra el selecto grupo dentro de los cinco principales países productores, procesadores y exportadores del mundo.

Los efectos de la pandemia ya afectaron el tránsito aéreo, la demanda de turismo y destruyó la adquisición de bienes no alimenticios. En cambio, el mundo debe seguir comiendo y hay más de 140 países que necesitan importar alimentos para satisfacer la demanda de su población.

Además se presupone que podrá haber en el corto plazo un rebote en la demanda y también en los precios de los productos agropecuarios. Será en la medida que los países importadores comiencen a reponer la caída de sus existencias que debieron consumir durante la crisis.

Podemos decir: ¿esta es una oportunidad para la Argentina? No, pues nuestro país ya es actor dominante en el comercio mundial de alimentos y la oportunidad la tiene todos los días, por su rol e importancia en la participación global. La crisis podrá ajustar la demanda a través de los precios, pero no vía cantidades.

La oportunidad que tiene la Argentina es para fortalecer a su sector agroindustrial exportador: generar valor agregado real y genuino. Será la forma para poder competir contra el aumento de protección que muchos países competidores van a imponer al ingreso de productos importados.

Eliminar las retenciones a los productos de las economías regionales, a las specialities y a los productos con valor agregado, son algunas de las medidas que debería tomar el Gobierno nacional.

Como también volver a implementar el diferencial de retenciones a la industria aceitera, para que la exportación de aceite de soja y harina de soja sea más competitiva que la exportación de grano de la oleaginosa. Todo sería parte de la misma estrategia para provocar un shock exportador.

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